viernes, 31 de agosto de 2012

Modelos de intervención en prevención


Es extremadamente complicado definir una causa del abuso de sustancias. Un gran abanico de factores que contribuyen al problema ha sido definido como "condiciones" que pueden considerarse como factores correlativos que influencian el consumo y los patrones de dependencia. 

Los problemas de drogas no se dan nunca aislados. La existencia de otros conflictos personales y contextuales, agravan los problemas. Muchas veces se dan en un contexto de conflictos en los que las drogas aparecen como una manifestación de situaciones complejas. Para poder comprender un poco mejor esas condiciones donde surgen los problemas de drogas, los investigadores sociales han sugerido diversas clasificaciones de aquellos factores que influyen en el abuso de sustancias. 

Estudios recientes sugieren tres categorías principales que agrupan estos factores: factores personales, factores interpersonales y factores culturales/sociales. Estas categorías incluyen enfoques de distinto corte teórico, donde cada uno da mayor o menor preponderancia a la influencia que cada categoría tiene en el abuso de drogas. 

Toda intervención está enmarcada en algún modelo de partida, de forma implícita o explícita, desde el cual se explica un determinado proceso social y se proponen estrategias concretas de actuación. Así, podemos entender un modelo como una guía que da sentido a la acción, integrándola en estrategias globales, evitando el activismo, el hacer por hacer y la pérdida de los objetivos iniciales de referencia. 

Nuestra propuesta de modelo

Salón Bicameral Congreso Nacional de la
Republica del Paraguay
Nuestra propuesta tiene como punto de partida un conjunto de modelos surgidos en diferentes campos del conocimiento y de la intervención. Cada uno de ellos supone un aporte específico que puede ser útil en el ámbito preventivo, no sólo en drogodependencias sino también en la prevención de otros "problemas sociales" que afectan a la comunidad, como la violencia social e intrafamiliar, las situaciones de abandono de la infancia, los procesos de callejización, etc. En su conjunto, estos marcos de referencia se constituyen como "miradas" complementarias para entender y abordar estos fenómenos.

Desde el modelo ecológico recogemos la importancia de orientar la intervención preventiva hacia la interacción de la persona y su ambiente, teniendo en cuenta los diferentes niveles que rodean a los individuos. 

Los distintos niveles dónde se mueve una persona podrían representarse como círculos concéntricos, donde el más cercano sería el de los espacios primarios de socialización (familia, escuela, amigos) y el más lejano sería el de las condiciones macro sociales, políticas y económicas. Todos los niveles influyen en los itinerarios vitales de la persona de forma más o menos directa, interrelacionándose entre sí, y, por lo tanto, todos tienen que ser considerados para entender un fenómeno social como el de las drogodependencias. Este enfoque, la intervención estaría basada en: 

· Potenciar las características personales que permitan una adaptación y/o modificación del entorno según las necesidades de cada uno. 

· Intervenir en todos los niveles, desde el personal hasta el macro social, para potenciar los factores protectores y minimizar los factores de riesgo. 

· Potenciar una relación coherente entre los niveles y entre los distintos agentes que intervienen en cada nivel. Por ejemplo potenciar la relación entre la familia y la escuela, entre la familia y los amigos, entre la formación profesional y las condiciones del mercado laboral, etc.


Desde el modelo biopsicosocial se recoge la importancia de promover la responsabilidad individual y social en el mantenimiento de la salud, entendiendo ésta como un proceso de desarrollo continuo a nivel físico, psíquico y social.


            Una de las principales aportaciones del modelo biopsicosocial, en el ámbito preventivo, es el concepto de "factor de riesgo". Factor de riesgo ha sido una de las definiciones más reveladoras en el campo de la prevención, no sólo por lo que significa sino por la operatividad que conlleva a la hora de delimitar aquellos elementos, circunstancias o hechos que tienen una alta probabilidad de asociación con el consumo de drogas. Desde este enfoque se entiende factor de riesgo como aquel conjunto de circunstancias, hechos y elementos personales, sociales o relacionados con la sustancia que aumentan la probabilidad de que un sujeto se inicie y se mantenga en un consumo de drogas. Son condiciones de posibilidad que pueden confluir en un momento determinado y aumentar la vulnerabilidad de una persona respecto al consumo de drogas.

            No existe una causalidad directa entre los factores de riesgo y consumo, pero se sabe que la conjunción de los factores de riesgo puede despertar la vulnerabilidad en los sujetos respecto al uso de drogas y pueden generar una predisposición favorable al consumo. Las drogas son más necesarias cuanto más vulnerables son las personas. Ningún factor por sí solo puede explicar el fenómeno del abuso de drogas, pero sí la conjunción de varios, desde las demandas del entorno a factores personales.

La drogodependencia podría explicarse como un aprendizaje social en una situación social, vinculado íntimamente con la propia dinámica cultural, donde las características del individuo y las de la sustancia determinan la interacción que consolida ese aprendizaje social

            El objetivo metodológico de este modelo es el de ofrecer una definición del conjunto de causas que subyacen a los problemas sociales vinculados al comportamiento humano.

Desde este modelo, la prevención debería incidir en la reducción de factores de riesgo y en la búsqueda de comportamientos alternativos al consumo de drogas. La modificación del fenómeno, dentro de este marco de promoción de la salud no sería sólo responsabilidad de instituciones e instancias sociales, también pasaría por la estimulación de la participación social en el ámbito de la prevención.


El modelo de competencia es también una referencia útil para orientar la intervención preventiva, ya que se centra en potenciar las capacidades de las personas y las comunidades e implicarlas en la búsqueda de soluciones a sus a sus propios problemas, favoreciendo la autogestión ante los problemas.
           
Por otro lado, el modelo de competencia social, a diferencia del anterior, pone el interés en la conceptualización positiva de la salud y la focalización de las competencias existentes más que en los déficits de los individuos. Este modelo se centra en actividades preventivas diseñadas para promover el desarrollo cognitivo, las destrezas conductuales y socioemocionales que proporcionarán comportamientos más adaptativos y por tanto una mayor capacidad para afrontar situaciones críticas vitales.

La competencia individual para la interacción social actúa como factor de protección frente al consumo de drogas por lo que es imprescindible formar a los individuos para hacerles más capaces y activos a la hora de afrontar situaciones de riesgo. Desde este modelo se pretende:

·         Desarrollar actitudes positivas de afrontamiento, que refuercen la sensación de control y aumenten la autoestima de las personas y de los colectivos.
·         Dotar a las personas de herramientas de análisis: definición de problemas, capacidad de abstracción, capacidad de anticipación de consecuencias.
·         Desarrollar estrategias de resolución de problemas: habilidades de comunicación, habilidades de trabajo en equipo.

Estos modelos de referencia, complementarios entre sí, se constituyen como bases teóricas sobre las que fundamentar la intervención comunitaria. Esta intervención en el ámbito de la prevención de los consumos de drogas pretende el desarrollo de los factores de protección y la disminución de los factores de riesgo, en el marco de la comunidad, y tomando la participación como motor de desarrollo personal y colectivo.
           
La categorización de factores de riesgo y de protección no deja de encontrarse instalada en el campo de lo relativo, es decir, sirve globalmente para categorizar e instrumentalizar la intervención. Algunos profesionales asemejan los factores de riesgo y los de protección con las dos caras de la misma moneda o incluso se habla de que son una única cosa. Si detectamos los factores de riesgo que en un individuo o grupo aparecen, al intervenir sobre ellos estamos fortaleciendo a ese individuo o grupo y, por tanto, estamos promoviendo factores de protección.

Cada factor de riesgo puede ser tal en una situación concreta en la vida de una persona, pero en otra circunstancia puede no ser un riesgo sino una protección, o lo que es lo mismo, en un determinado grupo ciertos comportamientos pueden ser protectores y en otro de riesgo.

Durante todos los estadios del ciclo vital del desarrollo evolutivo del individuo hay situaciones de riesgo o de crisis inevitables, momentos de disfuncionalidad propios que el individuo debe afrontar en el proceso de construcción vital. Del mismo modo, con la gran cantidad de factores de riesgo determinados no existe ninguna persona o grupo social que sea lo suficientemente fuerte, seguro o maduro para encontrarse libre de riesgo.

No obstante, no existe una competencia en términos absolutos, sino que se puede decir que un sujeto es competente cuando sabe hacer uso de los recursos personales y ambientales para lograr un progresivo resultado evolutivo.
            
Dada la imposibilidad de la conexión directa y explícita entre causa y efecto del origen de los problemas de drogas, la realidad de un mercado de consumo de drogas donde la oferta variará en el tiempo según las corrientes de la demanda y la necesidad real de formar al individuo en aspectos psicorrelacionales, la prevención desemboca en un planteamiento único que debe realizarse a través de procesos de desarrollo educativo que busquen propiciar la madurez de los individuos y los grupos.

¿Cuál es nuestra estrategia de prevención?

            Existen otros modelos que explican y proponen estrategias de actuación a la hora de abordar lo problemas de abusos de drogas, que conviven con los enfoques mencionados anteriormente y que completan las distintas aristas que tiene un fenómeno tan complejo como éste. Se impone abordar el fenómeno de las drogodependencias valorando las aportaciones de los diversos enfoques. Al margen del discurso social, se trata de una cuestión de oferta y demanda.

            Por lo tanto, en la lucha contra las drogas, adquieren sentido dos tipos de estrategias:

Control de la oferta: Alcanza toda su razón de ser en la medida en que contribuye a la protección de la sociedad, especialmente de los grupos más vulnerables, más necesitados de ser protegidos por su carencia de garantías autónomas suficientes, como es el caso de los niños y adolescentes. Es un control que la propia sociedad se auto impone, a través de legisladores, políticos y fuerzas de seguridad y que pretende, mediante fórmulas diversas, evitar o regular la presencia de drogas ilegales o legales.

Reducción de la demanda: persigue reducir el atractivo y la función instrumental de las drogas, informando sobre sus riesgos, facilitando alternativas de vida y favoreciendo el desarrollo de personas y colectivos menos frágiles, más seguros, libres y autónomos. La reducción de la demanda se articula mediante dos tipos de actuaciones: explícitas o tendentes a mejorar las situaciones de riesgo de consumo a través de acciones formativas e informativas; transversales que, mediante la potenciación de hábitos de vida, valores y actitudes propias de una sociedad sana y madura, buscan la aparición de factores de protección frente a la oferta de drogas.
           
            Aunque, lógicamente, todos los aspectos del problema son importantes, nuestro modelo de actuación centra su actuación en el ámbito que, en el contexto del momento, interpreta como más necesario y más próximo a las posibilidades de acción: la prevención de los problemas de drogas a través de la reducción de la necesidad y demanda de las mismas. Esta estrategia, original e innovadora en un tiempo en que primaba el esfuerzo por el control de la oferta y por la atención al drogodependiente, ha sido con posterioridad ampliamente reconocida por los organismos internacionales responsables: UNESCO, OMS, Naciones Unidas, Unión Europea, etc., que están planteando de forma clara y contundente la necesidad de potenciar la prevención como la vía más eficaz de abordar este problema.

            Partimos pues, de un concepto, la prevención, entendida en un sentido amplio que abarcaría toda acción tendente a evitar o disminuir el consumo de drogas o a paliar los efectos que el consumo puede presentar en los consumidores, sus familias y allegados y en la sociedad en general; todo ello actuando desde y sobre la propia sociedad y sobre los individuos, buscando la potenciación de los propios recursos personales y comunitarios y la promoción de unas personas y unos grupos sociales más libres, más seguros y más solidarios ante los problemas de las drogas.

Las estrategias de prevención de los consumos de drogas en el campo de la reducción de la demanda deben adaptar sus objetivos a la evolución de unos problemas de drogas que, además de darse en contextos sociales cambiantes, plantean continuamente necesidades nuevas.

Esta adaptación de las fórmulas ha debido hacerse sin merma de las que se entienden como exigencias metodológicas inexcusables.

            La prevención debe reunir, al menos, algunas de las siguientes características:

·         Debe ser viva: acompasándose a los cambios del contexto social.
·         Deber ser continuada: no centrándose en acciones aisladas.
·         Debe ser comprensiva: involucrando a distintos agentes y grupos sociales.
·         Debe ser técnica: huyendo de actuaciones voluntaristas.
·         Debe ser evaluable: para conocer su alcance y su eficacia.

En la actualidad cuando se habla de una intervención adecuada en prevención del consumo de drogas implica la existencia de una serie de elementos subyacentes sobre los que se construye esa intervención. Uno de esos elementos constituyentes es el modelo teórico de partida, que necesariamente ha de estar validado, siendo la base sobre la que se ajustan el resto de los elementos.

La prevención educativa

            Abogamos por un enfoque educativo de la prevención, entendiendo la educación como un proceso intencional que pretende mejorar a los sujetos. Cuanto más capacitadas estén las personas, más posibilidades de manejarse satisfactoriamente en las distintas situaciones que entraña vivir en una sociedad cada vez más compleja. Desde este planteamiento, educar para la vida, siendo un concepto a la vez tan genérico y concreto, al mismo tiempo es la propuesta fundamental de la intervención en prevención. Propuesta que se articula de forma singular según el espacio donde se desarrolle la acción.

            Así como no existe una única causa o factor que lleve al abuso de drogas, no existe tampoco un único enfoque o respuesta que pueda prevenir el abuso de drogas. Las estrategias de prevención tienen que relacionarse con las necesidades del individuo y el grupo y tiene que dirigirse a atender las necesidades, condiciones y factores particulares que son prevalentes. La respuesta tiene que ser sensible y apropiada al entorno, cultura y grupo diana y tener los objetivos claros con respecto a los resultados que se pretende obtener.

            La intervención en prevención desde el modelo educativo contempla todas las esferas educativas y todos los ámbitos posibles donde la acción de educar se concreta. Por lo tanto, trabajamos desde los ámbitos escolar, familiar, asociativo, comunitario, etc.; ámbitos todos ellos de socialización para el individuo desde edades tempranas, lo que les confiere un papel privilegiado para la formación integral del sujeto.

Ejemplos de estrategias preventivas educativas…

Una estrategia preventiva que pretenda aumentar la sensibilidad sobre el tema de las drogas en la población general podrá utilizar campañas de sensibilización social a través de los medios de comunicación aunque su impacto sobre las conductas de uso y abuso de drogas no sea significativo.

Si la población objetivo son niños que todavía no han usado sustancias psicoactivas, una estrategia adecuada puede estar relacionada con programas de salud y habilidades sociales para ayudar a desarrollar capacidades y destrezas que disminuirán la probabilidad de que surjan problemas de abuso de sustancias. Además, podemos desarrollar la autoestima, transmitir información, desarrollar normas subjetivas, alternativas de ocio, etc.


Con población juvenil que ya está experimentando o usando drogas, las estrategias tendrán que incluir además un enfoque más pragmático e incidir en aumentar el conocimiento sobre sustancias y sus efectos y las consecuencias de su uso junto con el tema de las conductas de riesgo asociadas.
           
Con aquella población que ya está abusando de sustancias, la estrategia tendrá que centrarse inicialmente en las conductas problemáticas y en reducir los daños o minimizar los riesgos para prevenir futuros abusos.

            Si la población diana son los intermediarios, como los padres, profesores, etc., la estrategia podrá enfocarse a facilitarles conocimientos relevantes sobre el tema y las habilidades necesarias y apropiadas para promover la comunicación entre sí y la población de niños y adolescentes que tienen a su alcance. También podemos desarrollar estrategias que orienten sobre la educación moral y el desarrollo afectivo de hijos y alumnos.

            A nivel individual podremos trabajar con los procesos de crítica y reflexión de los valores sociales, las actitudes personales y el desarrollo de las competencias de interacción social.

            En el grupo tendremos que favorecer el compromiso grupal entre padres y educadores, el asociacionismo y la creación y fortalecimiento de las redes comunitarias.

            El enfoque de prevención, por lo tanto, tiene que ajustarse para que satisfaga las necesidades de la población y los objetivos de cada intervención. Las estrategias no son únicas ni excluyentes entre sí. Necesariamente debemos combinarlas. El objetivo final es que con la intervención se reduzcan las posibilidades de abuso de drogas.

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